El mandil de la abuela
Decían nuestras
madres y abuelas que siempre antes de acostarse había que orinar y cocinar con
delantal.
De aquella
sociedad enfermiza que clamaba: la mujer y el perro a la puerta del chozo, la
mujer y la gallina caserina y la mujer y la sartén en la cocina está bien, el
pobre mantel salió estigmatizado por dócil y servil.
En estos tiempos
actuales no hay armadura en el mundo tan amable como el delantal, ni tan
universal.
Las mujeres están
despertando y demostrando en este mundo machista que un par de ovarios bien
puestos valen más que una docena de huevos.
Con unas manos
diestras dentro y fuera de la cocina hacen verdaderos números de magia, siendo
unas verdaderas maestras en el tema de administrar las economías caseras.
Quisiera que las
letras de este poema fuera un homenaje para todas las mujeres de la tierra por
su dedicación y entereza en resolver todos nuestros problemas.
Son con su
sencillez como las letras de este poema, despojado, casi tosco, pero cargado de
una profunda humanidad y recuerdos.
A este encanto de antaño
que de moda está ahora tanto,
a cocinar recetas de la abuela
con comidas caseras
en esta nueva cocina
que salen en la tv, radio y páginas de revistas.
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