martes, 20 de diciembre de 2016

Relato de una noche de Reyes Magos no demasiado agradable.


Relato de una noche de Reyes Magos no demasiado agradable.

 

A las once de la noche que va del día cinco al seis de enero, durante treinta y cinco años solía sonar el teléfono de casa: ring.ring.ring….

Al descolgarlo y comentar: ¡Dígame ¡, una voz al otro lado del hilo telefónico cantaba un fandanguillo que le venía al pelo, vamos quiero decir que muy apropiado para esta festividad:

 

Vienen bajando

por los caminos del cielo

los reyes vienen bajando

y en bolsas de terciopelo      

a los niños van llevando

bombones y caramelos.     

                 

En un camello dorao, que brilla como la seda, viene Melchor muy apenao, porque juguetes no quedan para un niño que se ha encontrao.

Ese Niño es más bonito que estrellas, soles y luna, y gracias a los pastorcitos tiene de pasto una cuna y a sus pies un corderito.

Con flores de mil colores el cielo se ha desbordao, y los Reyes y pastores ante el Niño se han postrao y lo coronan de flores.

Flores blancas y morenas por nuestro Dios bendecías anuncian la Nochebuena.

Noche color de esmeralda, noche de mi vida, con su campana a María nos anuncia la Giralda la llegada del Mesías.

Era la voz inconfundible de mi padre Fermín, que con su voz aflamencada, con un estilo muy personal de gitano zarceño, todos los años conseguía emocionarnos a todos los hijos y nietos y siempre unos lagrimones como puños corrían por mis mejillas.

Estas fiestas navideñas eran compartidas entre padres e hijos. Las Navidades casi siempre con nosotros en Cáceres, el año nuevo con mis hermanos en Toledo y para la festividad de Reyes en su pueblo de Zarza con mi otra hermana.

Que bonitas fiestas, tan entrañables y familiares.

Hoy nuevamente es noche de Reyes, ya han pasado las once, las doce y hasta la una y el teléfono como en estos dos últimos años no ha vuelto a sonar, frunzo el ceño porque este tiempo me incomoda al haber perdido a mi padre, un ser tan querido por todos, me asalta la melancolía al recordar esos años tan felizmente pasados. Y no es que no me acuerde el resto del año de él, sino que en estas determinadas fiestas su ausencia se me antoja más insoportable.

Aún así brindaré en silencio por mi padre y por algunos familiares más que ya no están, porque todos llenaron mi infancia, mi adolescencia y mi juventud de unos Reyes inolvidables.

 

Seguiré soñando con que los Reyes Magos a mi padre me traían, ese es el mejor regalo que a mí me han echado en ésta vida, que sueño más real y humano, que cosa más bonita.
 
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