miércoles, 21 de diciembre de 2016

Cuento de Navidad con fantasma y moraleja final feliz


Cuento de Navidad con fantasma y moraleja final feliz.
 

Dice Alfredo Liñan Corrochano:  me hipnotizan los cuentos de Navidad. Acaramelados, musicales, jingle-bell, o-tannenbaum, ¡oh blanca Navidad!. Cuentos en los que los malos se hacen buenos, el espíritu de la Navidad se transforma en lucecitas y copos de nieve y el HoHoHo de Papá Noel me recuerda que debo escribir un cuento de Navidad con su moraleja y final feliz, en el que el terrible y sombrío Espíritu del Futuro muestra mi destino.

Es veintidós de diciembre, día del sorteo de la lotería, en que habrá nuevos millonarios como todos los años, pero a mí me ha tocado en suerte la aparición del fantasma de mi futuro, envuelto en ropas de siete colores, y son siete porque siete son las maldades que pienso realizar en este futuro tan cercano. Encapuchado y deslizándome como una sombra

chinesca, arrastrando una pesada y dura bola de hierro, como pesados y dolorosos serán los atroces pecados que voy a cometer, de esas bolas que les ponían a los presos peligros en las películas y comics.

El fantasma no tiene cara, me conduce por la senda de un bosque, donde vestido de cazador procedo a abatir a la mamá cierva de Bambi, dejándola huerfanita de por vida, también de un certero disparo mato a sangre fría a la Corza Blanca, privando a todos los cervatillos de su alegría y grata compañía.

Horrorizado salgo corriendo y abandono a mi hijo Pulgarcito y sus hermanitos en la espesura del bosque para que sean pasto de las fieras.

Corro que me las pelo, como si fuese aquel gato con botas, bribón, mentiroso, liante y aprovechado que disfrazado de marqués de Carabás chantajeo a los campesinos.

Le pido al fantasma que no deseo hacer más maldades, pero no me hace el más mínimo caso y me hace una señal para que le siga. Nos estamos acercando a los límites de Villanueva de la Vera y de pronto me veo convertido en el personaje del Peropalo, bandido asaltador de caminos y violador de las mujeres de esa villa y todo su entorno.

Al verme pasar por la plaza del pueblo, un tropel de gente profiriendo gritos y amenazas con palos y horcas me aprisiona y realizando un juicio rápido y sumarísimo, encontrándome culpable de tantas maldades y de otras que aprovechan para adjudicarme aunque no las haya cometido, soy condenado a morir descoyuntando mis huesos y finalmente quemado en la hoguera, eso es lo que pone la sentencia que me cuelgan del cuello y me pasean en un burro por las calles del pueblo, para mofa, escarnio y burla de todos los vecinos.

Y todo esto en vísperas de Navidad y como dice Fernando Pessoa en su obra La hora del diablo: soy el diablo, yo nunca he pretendido decir la verdad a nadie, en parte porque de nada sirve y en parte porque no la conozco. Creo que mi hermano mayor Dios todo poderoso tampoco la conoce.

Hay demasiadas cosas en la vida que derrotan a la inteligencia. Por ejemplo estas fiestas navideñas, debo ser creativo y avivar la inteligencia, aunque las historias cuanto menos se entiendan más funcionan.

Cuando más animado estaba el sueño voy y me despierto de esta terrible pesadilla y me rio de todo ello ya que:

Ni soy cazador y jamás he disparado un tiro en mi vida.

No soy el padre de Pulgarcito y sus hermanos, por lo tanto no los abandoné en la espesura del bosque.

No soy el marqués de Carabás , ni tengo gato, además soy alérgico a este animalito.

Lo del Peropalo es una paranoia más, coincide que son las fiestas que se celebran en Villanueva de la Vera durante los días del carnaval.

Y mucho menos soy el diablo ni cuenta que lo fundó, por lo que me rio de todo y me desternillo de la risa.

Por fin al despertarme y mirarme en el espejo veo finalmente la cara del fantasma reflejada en el cristal…..es mi propio rostro desencajado por la cantidad de cosas malas que se me pasaron por la cabeza que en un momento determinado llegué a creerme que iba a realizar, pero en un acto de arrepentimiento fui salvado y quedó solo en un maléfico sueño.

Hago balance y examino mi conciencia pensando en lo que he hecho durante este año.

Y como en años anteriores intentaré superarme y no preguntaré por los regalos. Eso lo dejo para los niños, que necesitan seguir creyendo en las ilusiones de este mundo.
 
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