lunes, 9 de mayo de 2016

IX


IX

En un lunes lluvioso de éste mes de mayo a las once menos cuarto, cojo papel, bolígrafo y mi cuaderno de campo y salgo a dar un largo paso para despejar mi cabeza, no será por los excesos de estos días de fiesta, el motivo es encontrar material para escribir algo en prosa o delicados versos.



Sentado en el parque, en un banco, escucho la algarabía de un montón de críos que salen corriendo y jugando de un colegio a disfrutar del recreo, al contemplar este bello espectáculo, hurgo en mis pensamientos y acuden tiernos recuerdos de mi niñez en el pueblo.



Por las mañanas muy temprano, haciendo fila en la puerta del colegio, cantábamos el Cara al Sol, muy hermanados con voz en alto hasta quedar apenas sin resuello, con el deber cumplido y los profesores muy contentos entrabamos todos para dentro.



Mañanas de leche en polvo, tardes de porción de queso, repartidos gratuitamente en el colegio, como un complemento alimenticio, eran años de escasos recursos y en muchas casas las familias carecían de los más imprescindibles alimentos y que eran tan necesarios.

A las once hora del recreo, a divertirnos con muchos juegos, todos y cada uno de ellos con la imaginación inventados, los malos hacían de indios y los buenos de vaqueros, a burro, a andola, a ver si me pillas y a las canicas y chapas, toda una verdadera gozada.



Después lección de geografía e historia, religión y matemáticas, lengua española y si no lo sabías alguna que otra torta , a la una nos íbamos a comer a casa y como éramos de familia numerosa a esperar a ver lo que

ese día de menú nos tocaba.



En ocasiones la comida estaba acompañada de gaseosa, que se sacaba de un pozo al comprarla en el comercio y que estaba muy fresquita, para hacer la digestión de mejor gana, un vaso tocábamos por cabeza y que a mí me sabía a gloria bendita.



A las tres de la tarde nuevamente a la escuela, entrabamos en fila india, lección de cálculo mental de pié al lado de las ventanas y dictado corriente para todos, reglas de urbanidad y si algo no sabíamos, algún que otro sopapo.



A las cinco salíamos pitando y dando brincos para casa hasta el día siguiente, nos daban la merienda, bocata de chorizo ó chocolate Hueso o de la Campana del Gorriaga y otras veces era de porciones del Caserío o de la tan socorrida mortadela.



Y a salir a correr jugando con todos los amigos que me estaban esperando, hasta que se encendían las luces del pueblo que era la hora de regresar a casa corriendo y llegar a la hora fijada si no queríamos que nos castigasen por ello.



Jugábamos a pídola, al escondite, a la bilandra, a brujina al pate, a la peonza, a médicos y enfermeras y a todo tipo de aventuras que leíamos en los tebeos y cuentos, ¡ qué hermosos recuerdos ¡ ¡cuánto me acuerdo de ellos! ¡ cómo los echo de menos ¡.

Qué bellos recuerdos

acuden a mi cabeza,

ahora que soy un poco mayor y viejo

siento añoranza de todos ellos.



De que la vida es breve

no hace falta que nadie me lo recuerde,

solo pararme a pensar un momento

los años que han pasado de todo esto.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Translate